La máquina del tango

Como buen populista, Sánchez ha presentado su moción de confianza a la calle y a la movilización

Pedro Sánchez ha escrito una carta muy rara, “uno de los textos más sonrojantes que hemos leído en nuestra vida” ha escrito Luis Sánchez-Moliní, por él y por mí. Estilísticamente lo peor es cuando dice: “Como ya sabrá, y si no le informo”… Ignacio Varela ha clavado el tono de la carta: “Es victimista y, a la vez, pendenciera”.

Estratégicamente, en cambio, no hay donde escoger: lo peor es todo. Leyéndola, qué remedio, mi sensación es que Pedro Sánchez se muere por quedarse. La carta es muy larga y está llena de marcadores de voluntad de permanencia. Pero ha calculado fatal. La idea era, acusando a “la máquina del fango”, poner a todo volumen la máquina del tango (un llanto feroz) y movilizar a sus partidarios contra jueces y oposición. Pero si no hay una inmensa movilización, dejan a Pedro colgado de la brocha de su tango. Y, por lo que llevamos visto, la gente no se va a movilizar por Pedro, más allá de los muy suyos, también un poco cansados de tanta rotura de cintura. Ha sobrestimado el fervor que produce.

Y entonces –sin marcha sobre Roma– Sánchez se cae con todo el equipo. La resonancia internacional está siendo apabullante. Allí aparece ahora ligado a la corrupción La cobertura internacional era de prever, porque tiene todos los ingredientes: esposa misteriosa, galán herido, suspense político, melodrama latino… Y encima, si después de todo esto, prácticamente nadie le pide en las calles que se quede, esto tiene una malísima vuelta atrás. Si así decide quedarse, demostraría que ya lo tenía decidido con antelación y alevosía.

Sin el ruido ensordecedor de sus inexistentes partidarios, queda además en evidencia lo anecdótico del supuesto que ha motivado el escándalo silencioso. Una denuncia bastante minúscula admitida protocolariamente a trámite en un juzgado menor. Lo que nos convoca a las cábalas sobre los verdaderos motivos: Pegasus, Marruecos, el incipiente escándalo de las vacunaciones, la descomposición interna del Frankenstein, los fondos europeos… Y, entre tanta cábala, una certeza consolidándose. Sánchez ha usado las acusaciones contra su mujer para reafirmar su posición azucarada de hombre profundamente enamorado. Ha intentado una desesperada maniobra de demagogia y de marketing, para lo cual la ha puesto en el foco y en la picota. No ha resultado ni muy caballeroso ni muy conyugal. Ni, según parece, le va a resultar muy útil. Ya ha quedado como Cagancho.

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