Distinción

Académico Javier Ruibal, por espinela

Javier Ruibal, durante el discurso de ingreso como académico en la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz.

Javier Ruibal, durante el discurso de ingreso como académico en la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz. / Jesús Marín

De la manera más bella y respetuosa posible, con una de las grandes aportaciones andaluzas a la poesía en español en la boca y el corazón, Javier Ruibal se ha convertido este jueves en académico de número de la Real Academia Provincial de Bellas Artes. Porque el músico portuense, Premio Nacional de las Músicas Actuales, Goya a Mejor Canción y uno de los artistas más queridos y prescritos en la profesión, ingresó en la bicentenaria entidad con un discurso confeccionado en décima espinela.

Y no sólo con las formas, también con el fondo, atrapaba Ruibal al auditorio del Salón de Plenos del Ayuntamiento donde se ha celebrado la solemne sesión pública que fue contestada por el investigador flamenco José Manuel Velázquez-Gaztelu y que concluyó con unas hermosas palabras del presidente de la Academia, el fotógrafo Pablo Juliá.

Y es que el trovador gaditano, el que una vez soñó ser “ser el John Lennon de El Puerto Santa María” hasta que irrumpieron “como un ciclón” Camarón y Paco de Lucía enseñándole cuál era su “dni”, recitó un texto donde experiencias personales, aspiraciones y camino, historia de España (que no se le olvidó la significancia del 2 de mayo), agradecimiento y estupefacción se cruzaban y volvían a cruzar con ese tipo de habilidosa manera (¿la del cauce de los ríos?) en la que todo parece desembocar donde debe desembocar.

“Con asombro y gratitud /aún no bastante asumida,/ esta gracia recibida/ me arrasa como un alud./ No me veo la virtud/ para tan altos honores,/ bastarían unas flores/ y un elogio a mis canciones,/ que tan altas distinciones/ me hacen saltar los colores”, agradecía Ruibal casi en los albores de un discurso de ingreso donde la guasa y la retranca, con la que salpica, de vez en cuando, su cancionero, también estuvieron presentes hasta su simpático final: “No sé si soy importuno/ pero la broma me mueve,/ con ropa del diecinueve/ en el siglo veintiuno,/ el chaqué no es para uno/ que sube a escena en camisa./Me vestí mal y deprisa/ y apretando la tirilla/ me dormí la campanilla,/ y la verdad, me dio risa”. “Así que rápidamente/ opté por media etiqueta/ que me marca la silueta/ y no me cae malamente./ Espero que les contente,/ les juro por Espinel,/ que corrí como un corcel,/ he pedido a mediodía/ turno en la peluquería,/ y aquí estoy hecho un pincel”.

Sus pasados, y superados, problemas de salud –“O quizás me han reservado/ un asiento en la Academia/ no sea que otra pandemia/ o un arrechucho malvado/ al patio de los callados/ me mandara de improviso./ Alcanzo ya el Paraíso/ y agradezco el nombramiento/ por si la Parca en un tiento/ me lleva sin previo aviso”–; su autorretrato profesional –“Soy militante en mi oficio,/ me considero artesano/ y me quedan a desmano/ rimbombantes artificios,/ ahorrando en beneficio/ de los que aman la cultura,/ ribetes y florituras/ que no vinieran al caso/ y procuré, en todo caso,/ no pasar por caradura”–; la definitiva influencia de la poesía, de 'esa clase' de poesía – “Los poetas prohibidos/ pensadores solidarios,/ ilustres y proletarios,/ silenciados, perseguidos./ En mi alma hicieron nido/ su vocación responsable/ y el deseo irrenunciable/ de ganar la libertad:/ la justicia y la verdad/ nunca fueron negociables”. “Y no me iré por las ramas/ diré con todo respeto/ que siempre huí del panfleto,/ de sermones y soflamas,/ la justicia que reclamas/ con herramientas escasas,/ te elevará ante las masas,/ serás muy contestatario,/ pero, poeta precario,/ pobre de ti si te pasas”–; y sus centros en la composición – “Debe tener la canción/ una manera liviana,/ profunda pero cercana/ que te muerda el corazón./ Que te llene de razón/ y merezca recordarse,/ debe invitar a entregarse/ y nunca falte un requiebro/ que haga estallar tu cerebro/ y a tu pecho emocionarse”.– le otorgaron profundidad, verdad y atractivo a un discurso de ingreso tan inusual como oportuno; tan diferente como necesario; para la senda de apertura que ha emprendido la Academia de Bellas Artes que mira al futuro sin desdeñar, lo más mínimo, todo el pasado y patrimonio atesorado en sus filas.

Javier Ruibal, antes de entrar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Cádiz. Javier Ruibal, antes de entrar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Cádiz.

Javier Ruibal, antes de entrar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Cádiz. / Jesús Marín

Y a su servicio se mostraba Ruibal (“yo traigo ganas de sobra/ aquí estoy a lo que salga/ valga para lo que valga/ pondré manos a la obra/ no me podrá la zozobra...”), que se preguntaba por su cometido (“ ¿y cuál será mi función/ en este foro del arte,/ ser vigía y baluarte/ defendiendo la canción?”) dejando muy claro que es “larguísima la cola/ de artistas con aureola” y que la música gaditana “se defiende muy bien sola”.

La música, el flamenco y los flamencos de primera que siempre le otorgaron un trato “galante”; su personal Parnaso de artistas; los “broncazos” del padre y la máquina de coser “que tuvo esclava” a la madre; la tradición musical que él mismo inauguró en casa y que ahora siguen los hijos (Javi y Lucía presentes ya en la primera décima del texto) se abrían paso en la tarde emocionante, amable, tremendamente bella, con la hermosura que sólo concede la honestidad. Una tarde de un 2 de mayo donde, con Javier Ruibal, sólo se disparó una arma, esa arma cargada de futuro.

"Javier Ruibal no está acotado por los parámetros del tiempo"

“Javier Ruibal ya es un clásico y no está acotado por los parámetros del tiempo, pues su arte, su música y su poesía son de ayer, de hoy y se proyectan limpios hacia el futuro, lo que viene a suponer que es un arte que nos conmueve siempre y no tiene edad”. Con estas palabras, el académico de número José María Velázquez-Gaztelu definía al nuevo miembro de la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz en contestación al discurso de ingreso en la entidad del músico portuense.

Un discurso, en décimas, que también fue destacado por el investigador flamenco como “una gesta, una heroicidad, un homenaje a la palabra, un tributo a la palabra que al ponerla en verso se transforma en música”, celebró.

Y es que Velázquez-Gaztelu tejió su laudatio con las bondades de un creador al que considera un “artista comprometido, involucrado seriamente con la época que le ha tocado vivir” y que pone, “frente a las estridencias de las hostilidades del mundo”, su “serena rectitud moral”. Un hombre “inquieto y perseverante” con una voz “que cada vez se parece más a la de esos viejos cantaores (...) rotas en el dolor y la soledad en madrugadas sin término, y a la vez gozosas en el feliz encuentro con la alegría”, definió en su intervención

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