La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La perra gordaAntonio Burgos, el último

Feijóo deja claro cuál es su opinión sobre Sánchez: una persona no fiable, aunque presuma de superioridadAntonio era una casi imposible síntesis entre la gracia de ‘Galerín’ y la elegancia de Romero Murube

Pedro Sánchez trata de ofender a Núñez Feijóo tratándole como si fuera un niño. Olvida que el presidente del PP arrolló al secretario general del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales, y le ganó las generales. Mal que le pese a Sánchez, el sanchismo recibió un buen varapalo el 23 de julio, la prueba es que se ha visto obligado a aliarse con partidos a los que Sánchez desprecia. Su éxito en las elecciones generales fue identificar al PP con Vox –Feijóo no estuvo a la altura, ni él ni su equipo supieron responder a esa estrategia–, pero desde aquella aciaga fecha Feijóo le ha cogido el punto al presidente y ha aprendido cómo contrarrestar el juego de Pedro Sánchez, casi siempre juego sucio.

Con ese mayor conocimiento del soberbio personaje que tiene enfrente, y con mayor experiencia en política nacional, tan distinta a la regional que ejercía hasta ahora, Feijóo no ha caído en la tentación de responder a la nueva línea emprendida ahora por Sánchez y por el famoso gurú que trabaja para Moncloa después de haberlo hecho para Juanma Moreno: línea que acaba de iniciar Sánchez en el debate de este miércoles cuando el presidente del Gobierno trató al líder de la oposición como si fuera un crío. Le acusó de caer en “el berrinche permanente”, de verlo “sofocado y cabreado” y terminó aceptando las condiciones de Feijóo para reunirse el viernes con un “para usted la perra gorda”. Gran frase para pronunciar en un debate parlamentario.

La “perra gorda” es que Feijóo ha “cabreado” al presidente del Gobierno cuando puso condiciones a la reunión que dejaron en ridículo a Pedro Sánchez: Feijóo aceptaba el encuentro siempre que fuera sin un mediador y no se celebrase en el extranjero. A buen entendedor…

Ha exigido también Feijóo que además de los tres puntos en los que insiste Pedro Sánchez –renovación del CGPJ, artículo 49 de la Constitución y financiación autonómica– se incluya en el orden del día del encuentro qué se ha pactado con Bildu, posición frente al referéndum que exige el independentismo, el uso espurio de las instituciones del Estado (hoy en manos de sanchistas incondicionales), que el Gobierno informe sobre las negociaciones con sus aliados, que informe también sobre las medidas económicas que piensa abordar y, por supuesto, que todo lo que se hable en la reunión de este viernes quede recogido por escrito.

Feijóo, con este último punto deja claro cuál es su opinión sobre el presidente del Gobierno: una persona no fiable. Aunque presuma de superioridad.

EL 15 de noviembre de 2019, cincuenta aniversario de la muerte de Romero Murube, escribió Antonio Burgos en su Recuadro del ABC, recordando el entierro del escritor: “Es noviembre y es Sevilla. El cielo, como corresponde a la luctuosa festividad del día, está gris, color losa de Tarifa de las Gradas de la Catedral. Desde el Alcázar traen muerto a su alcaide, al delicado cuidador de sus jardines, al que se refugió entre sus muros para soñar una Sevilla siempre imposible. Estoy junto al arquillo que da entrada al Patio de Banderas y tengo en las manos una libreta de gusanillo y un bolígrafo. Estoy haciendo para ABC la información del entierro de Joaquín Romero Murube, cuyos originales manuscritos a pluma, en folios apaisados, he visto tantas madrugadas en el atril de un linotipista mientras los componía y hacía plomo aquella prosa que era como una resistente Torre de la Plata pura de Sevilla contra todos los desafueros que perpetraban. (…) Sevilla se fue en gran parte aquella mañana del entierro de Joaquín Romero, cuando ya no vinieron a ABC más folios apaisados escritos con su firme pluma de defensor de la ciudad”.

Leído ayer, otro día de cielo gris color losa de Tarifa de las gradas de la Catedral, es como si hubiera escrito la crónica de su propia partida. Porque Sevilla se ha vuelto a ir en gran parte este 20 de diciembre en que ha muerto Antonio Burgos. Una ida más definitiva que aquella del 15 de noviembre de 1969 porque entonces Antonio estaba en el entierro de Joaquín, escribiendo su crónica, cogiendo el testigo, haciendo de puente entre la Sevilla de la generación del 27 y Mediodía, y la que él fue contando, día tras día, desde El Recuadro, manteniendo viva la prosa poético-periodística del idealismo sevillano que habían fundado Izquierdo en 1914 y Chaves Nogales en 1921. Antonio era –y es y será en sus textos– una casi imposible síntesis entre la gracia, más graciosa cuanto más pinchaba, de Agustín López Macías Galerín y la elegancia honda de Romero Murube. En sus artículos vivirán para siempre el cuerpo cotidiano de la ciudad y sus tipos, y su alma. O lo que hayan ido dejando de ella.

Tras él, no hay nadie. Era el último. “Con Joselito no ha muerto solamente un torero, sino la figura representativa del toreo, y quién sabe si la Fiesta misma”, escribió don Gregorio Corrochano el 16 de mayo de 1920. Dígase lo mismo de la crónica sevillana.

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