Adiós a un personaje de la ciudad

La silenciosa muerte de Kid Betún

  • El que fuera boxeador falleció en la soledad hace siete meses en una residencia de Arcos.

José Luis Ramos Chaves 'Kid betún' José Luis Ramos Chaves 'Kid betún'

José Luis Ramos Chaves 'Kid betún' / Kiki

Esta es la historia triste de un hombre que acabó tumbado en la lona de la vida en el más absoluto de los silencios, lejos del ruido que casi siempre acompañó su existencia. Era conocido en todo Cádiz, uno de esos personajes que hay en toda ciudad y con una historia a sus espaldas para escribir un libro, como el que le hicieron, o para un documental, como también lo tuvo.

José Luis Ramos Chaves, conocido popularmente como 'Kid Betún', falleció el pasado 30 de mayo en la residencia geriátrica Lago de Arcos, donde pasó sus últimos años. Nada más y nada menos que siete meses han pasado desde su silenciosa muerte sin que haya trascendido nada, sin que prácticamente nadie lo echara de menos.

Desde la propia residencia se asegura que lo comunicaron a la Delegación de Servicios Sociales municipal, que era la que lo había derivado con el objetivo de que pudieran darle o hacerle algún reconocimiento. Pero por circunstancias inexplicables, su muerte pasó desapercibida hasta que una carta al director publicada en la edición de ayer en este periódico se daba cuenta del fallecimiento de Kid Betún, el hombre con el que José María Aznar se hizo una fotografía, que salió en la mítica película de James Bond 'Muere otro día' o en la española 'Besos para todos'. El mismo que con su caja de limpiabotas sacó lustre a los zapatos de muchos gaditanos y que como buen buscavidas se le veía por la playa vendiendo patatas fritas o en Semana Santa con los pirulís de la Habana. El que hacía el juego de piernas pugilístico a poco que alguien se lo pidiera o el que contó que su gran sueño hubiera sido ser campeón mundial de los pesos gallo. No llegó a ser una estrella de este deporte, pero al igual que otros muchos que sí lo fueron, al final murió solo, excepto con la compañía de los profesionales que lo cuidaron muy bien en sus últimos años de vida y de sus compañeros de geriátrico. Desde Lago de Arcos se asegura que sus años allí fueron felices y lo recuerdan con mucho cariño.

En Cádiz sus últimas imágenes fueron las de un hombre deteriorado que pedía limosna para poder sobrevivir, a resulta de lo cual el Ayuntamiento se hizo cargo de él y lo envió a esta residencia de Arcos para que pudiera tener una vida digna. Dicen que incluso llegó en un coche oficial.

Él se fue de Cádiz pero Cádiz nunca se fue de él. En un reportaje de este periódico en 2013, ya en su estancia en Arcos, decía que estaba deseando volver a la ciudad y siempre tuvo esa esperanza.

Y es que Kid Betún vivió siempre de los sueños pese a que trataban de arrancárselos a base de las palizas que le propinaba su padre. El contaba que se metió a boxear para poder darle una paliza algún día, aunque también es verdad que el gusanillo también le vino porque su progenitor era aficionado y ayudaba en las veladas boxísticas. Curiosamente, a pesar de que se las tuvo tiesas con su padre, éste fue su principal admirador.

Con sólo 14 años entró en el gimnasio de Juan Soriano para aprender a boxear y debutó en un combate ya en 1966. Los que lo vieron en el ring dice que ni tenía grandes condiciones ni era técnico, pero aún así llegó a competir por el campeonato andaluz de los pesos gallo. Ese día se puso los guantes con 39 de fiebre y en el tercer asalto su entrenador tuvo que tirar la toalla.

Tras una larga enfermedad, se le aconsejó que dejara el boxeo, aunque él lo hacía de manera esporádica. Se dio a la mala vida, ingresó en la legión, formó una familia en Canarias y tras doce años en las islas, volvió a Cádiz. Desde entonces ejerció de buscavidas. Con su nariz de boxeador fue viendo como su oficio de limpiabotas iba desapareciendo hasta quedar como el último mohicano. Su leyenda y el personaje que había creado fue el que hacía que la gente le fuera ayudando y echándole el cable. Nunca quería tirar la toalla. Hasta que ya no pudo más, se sentó en el rincón del ring y se apagó la luz, aunque nadie en su ciudad se diera cuenta hasta siete meses después.

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