Cádiz oculto

La casa de las muñecas

  • La historia de una casa encantada en Arcos de la Frontera, en el año 2004, fue motivo de toda clase de hipótesis sobre fenómenos paranormales

Panorámica del conjunto artístico

Panorámica del conjunto artístico / Ramón Aguilar

Existen todo tipo de fobias, como la pediofobia, el miedo irracional a los muñecos. Las figuras con forma humana, ya sean maniquís, juguetes infantiles, estatuas o cualquier otra creación antropomorfa, causan desasosiego incluso en aquellas personas que no llegan a padecer el trastorno. De ahí que la literatura y el cine de terror se hayan servido en numerosas ocasiones de este recurso. Al poseer rasgos humanos, pero sin vida, los muñecos nos acercan demasiado a la muerte, porque, de algún modo, se asemejan a cadáveres, que, en nuestra imaginación, pueden cobrar vida, a veces poseídos por entidades malignas, como Chucky de Muñeco diabólico (Child’s Play, Tom Holland, 1988) o la horripilante Annabelle (Annabelle, John R. Leonetti, 2014). Por su parte, la historia de la parasicología es prolífica en historias con muñecos vivientes. La citada película Annabelle está basada en uno de ellos, aunque la muñeca original sea muchísimo menos terrorífica que la que nos ofrece la ficción, pero además tenemos a Robert, un muñeco embrujado, inspiración para Chucky, o a la italiana Pupa en una vasta relación que evitaría a toda costa quien padezca pediofobia.

En 2004, en nuestra tierra, concretamente en Arcos de la Frontera, tuvo cierta repercusión, incluso en los medios de comunicación nacionales, la historia de una casa encantada en la calle Jesús Nazareno, hogar de María Josefa y Cristóbal y sus hijos. Según narró la familia, con María Josefa como portavoz, los niños veían los espíritus de un anciano y un muchacho sin ojos, con las cuencas vacías, que quería quedarse a vivir con ellos. Todo lo que se contaba era digno de una película de Hollywood: movimientos de objetos, golpes, agresiones, luces que se encendían y apagaban solas, bajadas bruscas de temperatura, y otras manifestaciones paranormales que podían haber sido provocadas por unas obras que habían dejado al descubierto una cueva y, con ella, quizás unos posibles entes demoniacos. Todo, como decimos, de película. Además, en la casa cobró vida una muñeca, de las muchas que tenían (de ahí el nombre que se le puso: La Casa de las Muñecas) y que traía por la calle de la amargura a la familia, tanto que Cristóbal quiso acabar con el asunto golpeándola, pero, para mayor escalofrío, el juguete exclamó: “¡No me maltrates!”.

Aquel asunto de Arcos de la Frontera provocó distintas hipótesis: desde quienes defendían la existencia de los fantasmas a quienes apuntaban que se trataba de un ‘poltergeist’ (uno de los miembros de la familia provocaba los fenómenos sin ser consciente y a través de algún poder mental que desconocía). Sin embargo, esta ‘casa encantada’, en la que se hicieron distintos estudios parasicológicos, fue adquiriendo poco a poco unos tonos menos misteriosos, porque en el pueblo comenzó a trascender la necesidad que la familia tenía de que las autoridades le entregasen una casa que reuniese mejores condiciones de habitabilidad que aquella de Jesús Nazareno. O sea, que la teoría del fraude fue cobrando fuerza, tanta que muy pronto cayó en el olvido un caso de fenómenos extraños que reunía todo lo que un aficionado al misterio podría desear y que

¿Y a ti? ¿Te dan miedo los muñecos? ¿Las muñecas de porcelana, los de ventrílocuo? ¿Te quedarías a solas en una casa infestada de muñecos?

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